Escribir es como cocinar; palabras son ingredientes a mezclar, asar, macerar, freír, flamear... Cuestión de reajustar ingredientes y medidas.

Miguel Gardeta:

Miguel Gardeta Lordán ya ha publicado alguna que otra obra de narrativa. Sin embargo, si uno guglea un poco, descubre sorprendido que su nombre solo arroja ¡unos cientos de resultados! Tampoco lo busques en la Wikipedia porque es inútil: nadie se ha molestado en escribir una entrada sobre él. Entonces…


¿Quién es Miguel Gardeta Lordán?

Esta es la pregunta más difícil de todas las que se pueden hacer. Supongo que ninguno de nosotros sabemos quiénes somos hasta que llegamos a serlo. Viajamos durante toda nuestra vida en busca de esa identidad que, aparentemente, debemos encontrar para ser felices. Todos seguimos viajando, seguimos descubriéndonos a nosotros mismos y, por supuesto, y como era de esperar, no tengo ni la más remota idea de quién es ese Miguel Gardeta. Cuando lo averigüe, aviso.


¿Qué me impulso a escribir?

El aburrimiento derivado de la rutina insistente de un trabajo a media jornada en un supermercado. Me explico. En aquella época, sobrevivía trabajando en un supermercado y lo cierto es que no veía aliciente ni distracción en aquello. Mi mente volaba a lugares lejanos y creaba personajes que interactuaban solo en lo onírico de mi ser. No era la primera vez que me sucedía esto. Uno no sabe de lo que es capaz su imaginación hasta que debe asistir a clase de Prehistoria de España a las cuatro de la tarde dos veces por semana. De pronto me di cuenta de que todo el esqueleto de mi primera obra pugnaba en mi cabeza por ver la luz y solamente restaba cincelar. Como seguía trabajando en el supermercado, termine dándole forma, y me gusto la experiencia, así que continué escribiendo.


¿De dónde surgen las ideas?

Mis ideas surgen de todos los lugares posibles, desde otros libros o películas, hasta situaciones cotidianas, conversaciones con amigos, historias que me cuentan, noticias que escucho que han sucedido en el mundo. Eso es lo bueno de las ideas, que simplemente están ahí. Eres tú quien debe descubrirlas y moldearlas a tu antojo, descartarlas y redescubrirlas años después, como la cita de algún maestro budista que hablaba sobre la aparición del maestro solamente cuando el alumno estuviera preparado. Las ideas aparecen frente al escritor cuando este está preparado para cincelarlas.